El ADN galego tiene un sabor especial, un sabor tradicional, un sabor de siempre, sabor a jamón, al cocido de la abuela, al auténtico lacón galego… al Porco Celta. Aquellos cerdos que criaban en casa, los cerdos más felices de Galicia, aquellos que veías de niño correteando y pastando por los bosques comiendo castañas, bellotas, tubérculos y cereales. Raza, autóctona de Galicia, adaptada a la marcha, a la vida en el bosque y al clima lluvioso.
Cerdos que te acompañaban cuando, de la mano de tu abuelo, pastoreabas un día sí y otro día también, hasta la llegada de San Martiño. Todos reunidos en familia alrededor del porco, manteniendo las tradiciones vivas y sirviendo a la despensa familiar para pasar el largo invierno. Cerdos de grandes orejas, largas y musculosas extremidades que le permiten moverse por los bosques con facilidad, adaptándose, perfectamente, a este sistema de cría en libertad y ayudando al mantenimiento de los sotobosques..
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